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Con  una serie de tres conciertos sold out, y engalanada con una escenografía de bellos retablos y hermosos candelabros, la ya mexicanísima Mon Laferte, se presentó en la lluviosa noche de otoño que no impidió a las aproximadamente 4,200 personas llenar el escenario con bello diseño estilo cúpula del Pabellón M.

Aproximadamente a las 9:30 p. m. las luces se apagaron y dio inicio entre sonidos de guitarra eléctrica, baterías, saxofones y coristas masculinos vestidos con trajes en color verde, hasta que apareció entre ellos Monserrat Bustamante Laferte  quien llevaba una  diminuta falda roja, tocando su guitarra a  ritmo de los 60, mientras expresaba: “Buenas noches, Monterrey”. Desde el principio el público regio se dejó llevar  coreando a todo pulmón su éxito «Si tú me quisieras»;
y cuando tocó  la  armónica, dejó ver que su espectáculo sería de tono alegre, mientras entonaba con su voz sensual «Amor primaveral».

El espectáculo dio un giro hacia la música estilo bolero, conviviendo la chilena con la gente de primera fila cantando «Cariño mío, ven» y con bongos, moviendo sus caderas  entre requintos de guitarra acústica presentando a sus músicos, cantó «Yo te quiero». Posteriormente, presentó a su amigo Caloncho  con quien tocó  su guitarra eléctrica  y cantó a dueto  «Echados al sol», la cual que dedicaron  al público de Monterrey,  Mon Laferte también interpretó «Amor completo» coreada por todo el público femenino que abarrotó el lugar en proporción del 70% sobre el pequeño 30% de público masculino, surgiendo al terminar los sonidos de órgano estilo clavicordio «Nuestro mundo es tan perfecto «, y  pidió a los presentes bailar con ella la cumbia «Salvador, el de ojitos dormilones».

Laferte demostró una vez más que atrás, muy pero muy atrás, quedaron aquellos tiempos en que ella por necesidad  cantaba por unas cuantas monedas en las afueras del metro de la CDMX. Hoy en día es una artista cuya música, transmite que los humanos somos espíritus encarnados, llenos de dramas, soledades, dudas, esperanzas y alegrías pero al final de cuentas espíritus eternos.

Escrito por Edmundo G. Vidales

Fotos por Ismael Moreno

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