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Ivan Moreno. Diciembre 2020, Monterrey, N.L. Mi andar por el rock que como ya he contado en repetidas ocasiones inició siendo muy joven, me llevó a meterme en lugares que en otros momentos se hubieran concebido como imposibles, pero en esos días (finales de 1986) Monterrey era una ciudad inocente y noble, pero también reacia e indiferente.

La Cripta me dejó, a pesar de mi fugaz paso, una amistad con varios de sus integrantes, para ser más específicos con Héctor Guerrero, Xardiel Padilla y Mario Rodríguez. Surgió la oportunidad de cantar con Faithful Servant  “covers” de bandas como Metallica o Mercyful Fate con un creciente prestigio por aquellos días y que alentado por Héctor ambos aceptamos la invitación de participar en aquellos conciertos de la Expo de Guadalupe detallados en el capítulo de “El Sindicato del Rock”.

Cuando me fui de La Cripta yo le ofrecí mi ayuda a Xardiel cada vez que me necesitara y cumplí mi palabra, en repetidas ocasiones, siempre de buena gana y emoción por mi parte acepté, recuerdo por ejemplo un par de anécdotas;  grabando una canción de El Tri en el estudio de televisión de la Facultad de Ciencias de la Comunicación creo que por alguna cuestión académica de él y Mario Rodríguez, una más y muy memorable en un concierto en el escenario de la Alameda Mariano Escobedo en pro de la liberación de Ricardo Aldape Guerra regiomontano condenado a muerte en Texas y quien finalmente fue absuelto y liberado solo para morir un tiempo después de manera trágica en un accidente automovilístico de carretera.

Posterior a esos días La Cripta (1992) era una banda con una constante trayectoria, dos o tres años de bastante actividad e incluso un disco de estudio a cuestas con excelentes temas, por estas fechas la banda la integraban además de los anteriormente mencionados: Fernando Navarro en el bajo y Ángel Lozano en la voz.

Sin ningún pleito de por medio, Hector Guerrero (guitarra) y Xardiel Padilla (batería) salieron de sus filas para emprender otra banda de trayectoria a veces muy accidentada, además Alberto Gutiérrez, en ese entonces alumno de Héctor, se unió de inmediato al proyecto como bajista, por lo que para fines de 1992 ya estaban ensayando canciones sobre todo de bandas como Luzbel, Ángeles del Infierno, Barón Rojo, Megatón y otras  de heavy metal en español (algunas en inglés), además de un par de rolas de La Cripta.

Un compañero de Héctor de la Facultad de Filosofía y Letras, Frankie, iba a ser el cantante, pero nunca se presentó a los ensayos. Así fue como fui a dar con ellos de nueva cuenta, de antemano ellos sabían que era un apoyo temporal pues mi banda Coprofagia (hoy Ira) iba levantando el vuelo y requería atención prioritaria.

El cuarteto Héctor – Xardiel – Alberto – Iván debutó con el nombre de “Bestiario” en enero de 1993 en el municipio de Sabinas Hidalgo. Fue la única presentación con ese nombre, pues muy pronto adoptaron en definitiva el de Rabietta.

Tocaron algunas veces más con ese repertorio centrado en covers de heavy metal en español, pero al poco tiempo, ya con Ana Valdés como vocalista, se enfocaron por completo en las canciones propias.

Ana, reportera de El Norte, era muy bonita y cantaba muy bien, así que Rabietta parecía avanzar en firme. Todavía hay quienes recuerdan la vez que con Ana como cantante la banda abrió para Luzbel en un desdichado concierto que «organizó» el legendario Mr. Talo en el estadio de beisbol de los “Niños Campeones”. Fue una buena presentación para el grupo y así hubo tres o cuatro más hasta que Ana prefirió no continuar. Hoy día es conductora de Televisa Monterrey.

A partir de entonces, mediados de 1993, Rabietta padeció una crisis por la falta de un cantante sólido que completara el cuadro. Se probaron muchos prospectos, pero no aparecía el idóneo. La inestabilidad y el estancamiento crecieron al punto de que Alberto se marchó con su bajo y Xardiel decidió dejar de tocar para concentrarse en su trabajo de editor en El Norte, aunque seguía apoyando al grupo, o lo que quedaba de él.

En 1994 se realizó un concurso estatal de bandas y para inscribirse Rabietta reunió una potente alineación integrada por: Iván Moreno en la voz, Adán Moreno en el bajo (también de Coprofagia) y Joel Leal de Mortuary, en la batería, además de Héctor en la guitarra.

La banda quedó en séptimo lugar, un buen resultado, pero este “dream team” solo duró unas semanas más. Rumbo al final de ese 1994, Rabietta prácticamente estaba en la lona, otra vez con Héctor como único sobreviviente.

Pero en una reunión etílica coincidieron los tres miembros fundadores y decidieron intentarlo de nuevo. Volvieron a probar cantantes, y en la audición de uno de estos candidatos, también se caló un amigo que solo había ido para acompañarlo. Resultó ser César González, quien se convertiría en la pieza que tanto se había buscado.

De ahí en adelante el grupo invirtió tiempo y esfuerzo en ensayar mucho, tocando en todos lados, de tal forma que 1995 fue un año de enorme crecimiento. Hicieron entrevistas en los programas de radio de esa época, tocaron en Desvelados TV, abrieron para El Tri en el Auditorio Coca Cola, tocaron en el entonces Distrito Federal entre otras ciudades, y grabaron demos semi-profesionales lo cual les permitió difundir su música con mayor efectividad.

También obtuvieron una beca PACMyC, con la cual ofrecieron 15 conciertos en colonias populares del área metropolitana de Monterrey, realizados en plazas públicas y lotes baldíos principalmente. Estos conciertos fueron importantes actos de «evangelización», porque muchos niños y adolescentes que de otra manera nunca hubieran tenido oportunidad de escuchar a una banda de rock en vivo, entraron en contacto con las guitarras distorsionadas y las baterías estruendosas, lo que en muchos casos marcó para siempre sus gustos musicales.

Durante una temporada la banda se transformó en quinteto con la adición de Raúl Morales, alumno de Héctor, quien después ya no se dedicó a la música.

Rabietta cerró 1995 con la presentación del cassette “ESTO NO ES NORMAL” en el foro de la Alameda, con una asistencia muy numerosa a pesar del frío de 9 grados aquel 13 de diciembre. Ese álbum de ocho canciones se grabó en APEX Estudios con Alex Guzmán.

Aunque ellos eran bastante más pesados que el promedio de los grupos de entre los cuales surgiría la llamada Avanzada Regia, de todas maneras, suele considerársele parte de esa escena. Pero para otro sector del público, más bien era una banda de heavy metal, con poca o ninguna similitud con las que después se hicieron famosos.

En 1996 las grandes compañías disqueras detectaron la efervescencia del rock en Monterrey, empezando a firmar bandas como Zurdok, Control Machete, El Gran Silencio y otros. En realidad, aunque Rabietta tenía popularidad y su cassette se vendía bastante bien, las posibilidades de interesar a un sello disquero eran muy limitadas ya que su estilo heavy no era nada compatible con las tendencias «mainstream» que predominaban en ese entonces (hip-hop, fusiones, electrónica, ska).

Se siguió tocando en Monterrey y otras ciudades, hasta que el bajista Alberto renunció probablemente harto de la insuficiencia económica que significaba dedicarse al rock. Desde finales de 1995 los cuatro integrantes de la banda habían renunciado a sus trabajos para enfocarse de lleno y la falta de dinero cada vez más era un problema para todos.

Héctor, Xardiel y César continuaron un rato como trío con César en bajo y voz, y en una incursión por Chihuahua contando con el apoyo de Gildardo González, otro alumno de Héctor y quien después sería bajista de Genitallica. Finalmente, la tensión dentro del grupo, el estrés económico y las diferencias de opinión causaron el rompimiento definitivo a mediados de ese 1996.

El distanciamiento se prolongó cinco o seis años, con actuaciones esporádicas en Café Iguana, algún festival, durante años continuaron tocando ocasionalmente, casi siempre con Alberto (quien se había mudado a Houston) en el bajo aunque algunas veces con otros bajistas.

En 2018, se organizó un minifestival llamado “Matraca Regia” organizado por Tonny Alemán con la participación de grupos de los 90 como La Tupaia, Amaranta, Mente Indígena entre otros. A Rabietta le tocó cerrar y sus miembros se sintieron tan bien que decidieron darle de nuevo una continuidad al grupo.

Alberto comenzó a viajar a Monterrey con mayor frecuencia para ensayar y pronto consiguieron algunas presentaciones para ir recuperando la forma. En general todo marchaba bien, pero una noche surgió un desencuentro que literalmente desintegró al grupo durante varios días, quizá algunas semanas. El problema interno se arregló después de un rato, pero dejó una secuela: Alberto Gutiérrez no aceptó regresar.

Héctor, César y Xardiel decidieron continuar, en la búsqueda de quien se adueñara del bajo encontraron a Danalú Herrera el reemplazo ideal, pues toca muy bien además se adaptó de inmediato a la disfuncionalidad del grupo proporcionando la continuidad que se necesita , con una alineación firme y sólida.

Rabietta tiene un lugar bien ganado en la escena del metal regiomontano, podrá tener detractores como todos o defensores como pocos, sin embargo, su legado esta vigente pues en recientes fechas han editado en formato de disco compacto por primera vez desde 1995 su cinta debut “Esto no es Normal”, el cual ha sido recibido de manera muy positiva pues incluye además algunos extras que hacen que valga mucho la pena tenerlo en la colección de lo mejor del metal regio.

Quiero agradecer a Xardiel Padilla por los datos proporcionados para esta columna y de igual manera dar las gracias a Norma Rangel y Follow Control por invitarme y dejarme escribir estas columnas a lo largo de este complicado año 2020, pero que en lo personal han servido para disipar lo sombrío y difícil de este periodo, también aprovecho para desear a todos ustedes felices fiestas, nos leemos en el 2021.

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