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Estoy leyendo SATANÁS, novela del escritor colombiano MARIO MENDOZA; meses antes había visto la película basada en ésta, pero como pasa comúnmente, la película (del director Andrés Bais y con el excelente actor mexicano Damián Alcázar), por mejor lograda que resulte, no logra captar toda la profundidad y complejidad de la trama y personajes. En la obra literaria, Mendoza plantea la incertidumbre de saber si los resultados de las acciones y pensamientos de los personajes son obra de la influencia del Maligno o simplemente nuestra naturaleza humana, proclive, como lo señaló Freud, al Tánatos: a la pulsión latente de la destrucción. Así, los personajes principales junto con otros personajes que complementan al resto, laxos de fe en sí mismos y atormentados por sus instintos primarios, van mostrando a fin de cuentas como el ser humano se busca pretextos, en este caso de orden religioso y sobrenatural, para evadir responsabilidades y culpar a otros de sus deleznables acciones, quedando reducido a la sumisión, al temor a lo desconocido, negando así su naturaleza imperfecta (pero perfectible). Coincide esta lectura con la visita a la muestra actual de arte sacro virreinal en el Museo de Historia Mexicana; como el ser humano (conquistador católico), a través de sus propios miedos, somete a otro (conquistado, politeísta); haciendo que los aprehenda: “Eres pecador. ¿Desde cuándo? Desde que llegué yo”. El infierno, el fuego, el castigo eterno, Satanás; sumisión efectiva, donde lo único que habría que “temer” es al miedo mismo…

 

Escrito por Carlos G. Castillo Alvarado, baterista amateur, egresado de la licenciatura en Pedagogía, y de las maestrías en enseñanza de las Ciencias Sociales, y de Lengua y Literatura, de la Facultad de Filosofía y Letras (UANL). Colabora con cuentos y otros escritos en la revista Reforma Siglo XXI de la Preparatoria No. 3 (UANL).

 

 

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